Como profesor de historia siempre estoy buscando fuentes para preparar mis clases y por el placer de leer, en ese afán a veces me encuentro con material muy valioso, casi siempre en los lugares menos pensados. La idea de las fuentes históricas es ponerlas al servicio de la educación, no solo de mis estudiantes, sino para quienes el pasado es un cimiento en el cual proyectar y consolidar un futuro, ya sean personas o instituciones.

Estaba en una antigua casa de Cartagena, hojeando unas revistas “Zig-Zag” de fines de los años cuarenta (1949), cuando veo un número especial dedicado al Cuerpo de Bomberos de Santiago. El articulo central eran palabras y reflexiones del Superintendente de la época, don Guillermo Pérez de Arce, el ultimo fundador de la Novena Compañía “Bomba Yungay” con vida. Que mejor que estos tiempos de valoración patrimonial para compartir este descubrimiento con los herederos idealistas de aquellos viejos bomberos.

Hace poco la Novena conmemoraba un evento importante junto con la Eleventh Fire Company de Valparaíso, lo que dio origen al canje, la llegada de los restos mortales de Santiago Aldunate Bascuñán. Se recreaba este hecho histórico sobre la cubierta de un navío de la Armada, con gran solemnidad y orgullo, historia pura que se vive. Por otro lado, está el rescate de la bomba Mack de 1949 por un grupo de esforzados entusiastas haciendo que su motor y sirenas vuelvan a sonar por las calles del barrio, historia pura que se vive, un patrimonio rodante.

La relación de lo anterior con este artículo es querer vivir la historia, pues como miembros de una institución civil, voluntaria y que se ha fortalecido junto con la República es saber que los bomberos de la Novena no solo son profesionales de la emergencia, sino que son patrimonio, como por ejemplo ser una de las bases culturales del barrio Yungay. Esto es un desafío, y hay que considerar, como un conjunto, los distintos ámbitos que esto implica.

Recibimos las palabras de este último fundador, reflexiones que son una herencia que había quedado perdida en el tiempo y que pondremos en nuestro presente para seguir fortaleciendo el valor histórico de la “Bomba Yungay”. Leamos con atención estas líneas publicadas hace ya casi 70 años por Guillermo Pérez de Arce (1873-1958).

“En las esferas del periodismo, de la banca, las industrias de gran vuelo y los seguros se destaca por sus méritos excepcionales la personalidad de don Guillermo Pérez de Arce Adriazola. Sería difícil creer que nació hace 75 años, si él no lo señalara en forma enfática, y si ello no se viera corroborado por el itinerario que señala su nutrida hoja de servicios al gobierno, a numerosas organizaciones públicas y privadas y a la comunidad en general. En efecto, le vemos hoy desempeñar sus múltiples actividades, con el mismo método, acuciosidad y constancia que observáramos en él hace una semana o un mes, o hace 20 años. Funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, a la edad de 16 años, abogado a los 22, secretario de la Agencia de Inmigración de Chile en Europa, con residencia en Paris; un año más tarde, en 1899, fue designado Secretario General de la Armada, y en 1900, profesor de Derecho y Literatura en la Escuela Naval. A partir de esa época, sus afanes comienzan a centrarse en el periodismo. Fue redactor de “El Mercurio” de Valparaíso, durante unos 7 u 8 años, llegando al cargo de Director. En iguales funciones sirvió a “El Mercurio” de Santiago, entre los años 1915 y 1923, y pasó enseguida a la Gerencia General, que ha servido ininterrumpidamente desde entonces.

Don Guillermo Pérez de Arce es un charlador que posee un fino sentido del humor. Se le escucha siempre con el vivo interés que despierta su sabroso anecdotario, enriquecido en los viajes y en sus excursiones por los más escogidos senderos de la literatura y de todas sus manifestaciones artísticas. Nos ha parecido que, en su carácter de antiguo bombero – uno de los más antiguos del cuerpo, como que lo ha servido por más de 56 años-, sería el hombre indicado para relatarnos algunos de los episodios pintorescos o festivos en que, seguramente, han actuado muchos de sus colegas; pero don Guillermo, muy inteligentemente, prefiere escurrirse de ese aspecto de las remembranzas, para ocuparse por esta vez de los aspectos esencialmente serios relacionados con la institución y sus hombres. Al respecto, nos dice: -en mi carácter de voluntario fundador de la Novena Compañía, creada en 1892, cuando yo tenía 19 años, he conocido una pléyade de hombres excepcionalmente meritorios que, con su altruismo, espíritu de servicio a la colectividad y abnegación, han contribuido a consolidar el prestigio de la institución y a colocar al Cuerpo de Bomberos en ese plano de eficiencia que enorgullece a todos los chilenos. Debo dejar en claro que no me refiero únicamente a los hombres de la Novena Compañía sino de todas en general. Otra cosa que he podido comprobar en este medio siglo es que, contrariamente a lo que muchas personas creen, los jóvenes que ingresan como voluntarios a las diversas compañías no lo hacen por simple deporte o pasatiempo, sino que desde el primer día dan muestras de tener plena conciencia del cumplimiento del deber y genuino espíritu de sacrificio. La sinceridad de ese sentir se refleja en el hecho de que muchos de ellos se mantienen fieles a su compañía durante años y años, con una frecuencia una vida entera y que más adelante son sus hijos y nietos quienes siguen la ruta por ellos señalada.

“El entusiasmo de los jóvenes a quienes me cupo el agrado de conocer en la última década del siglo pasado – prosigue nuestro interlocutor – es tanto más digno de elogio si se recuerda que entonces se contaba con elementos relativamente modestos; pero esos jóvenes, gracias a su gran corazón cumplían su cometido con admirable eficiencia. Entre los hombres de aquellos días ya lejanos contribuyeron al engrandecimiento de la institución bomberil, recordaré al Superintendente Enrique Mac-Iver y al primer comandante Ignacio Santa María, hombres excepcionalmente activos; al Secretario General Emiliano Llona, que, como los anteriores, llegó a la Superintendencia, a José Alberto Bravo, que alanzo gran longevidad y murió solo tres a cuatro años atrás. Otras figuras descollantes fueron José Toribio Robinet, Aniceto Izaga, Eduardo González Julio, el primer Capitán Santiago Aldunate Bascuñán y los directores generales Samuel Izquierdo y Anselmo Hevia Riquelme. Cuando solo había ocho Compañías y se organizó la Novena Compañía, entre los hombres que más contribuyeron a darle vida e impulso, debe recordarse a Casimiro Domeyko, ingeniero y profesor universitario, hijo del gran sabio del mismo nombre; Luis Fernández Julio, primer secretario, muy dinámico, y que trabajó con suma actividad en la redacción de los reglamentos y en la organización interna de la Compañía; Daniel González Julio, que acaba de morir a la edad de 93 años dejando un hoja de servicios ejemplar por su constancia, abnegación y prendas morales de excepcional relieve.

El señor Pérez de Arce observa lo difícil que resulta citar al azar algunos nombres a tan nutrida lista que ofrecen las trece compañías de la capital, de hombres de corazón, inteligencia y altruismo. Con particular simpatía recuerda a cuatro “muchachos” de los primeros tiempos de la Novena Compañía, hijos del doctor Isaac Ugarte Gutiérrez. Eran ellos: Carlos, que también fue medico; Isaac 2°, Luis y Guillermo Ugarte Jiménez. Por su espíritu jovial y alegre sobresalía Isaac, que poseía una agilidad mental extraordinaria, era buen orador, escribía con facilidad tanto en prosa como en verso, improvisaba, cantaba, poseía buenos conocimientos musicales y era un excelente actor. Murió joven, lo que, seguramente privó a las letras nacionales de un escritor festivo de grandes méritos. También recuerda con especial admiración a Santiago Aldunate Bascuñán primer Capitán y más tarde Director, figura notable de las más diversas esferas de la actividad nacional, habiendo llegado a ser candidato a la Presidencia de la Republica. Poseía don Santiago Aldunate, grandes cualidades intelectuales y morales; dotado de un patriotismo excepcional, no dudo en ofrecer su sangre en la Revolución de 1891, y fue herido de gravedad en la Batalla de Placilla. Descolló más tarde en la vida parlamentaria; fue un abogado distinguido, profesor de Derecho Romano y finalmente, Embajador de Chile en los Estados Unidos, país donde murió.

No termina sus recuerdos don Guillermo sin palabras de admiración para el actual bombero más antiguo de todo el Cuerpo, don Ismael Valdés Vergara de la Primera Compañía y que cuenta con más de 70 años de servicios.

Revista Zig-Zag, 1949.

Daniel González Julio (izquierda) y Guillermo Pérez de Arce (derecha), los últimos fundadores de la Novena, 1942.

Daniel González Julio (izquierda) y Guillermo Pérez de Arce (derecha), los últimos fundadores de la Novena, 1942.

Daniel Raposo
Profesor de Historia
Ex Voluntario Novena Compañía
Bomba “Yungay”